Hace años que el río Júcar agonizaba. Cuando rodamos el capítulo de Planeta Bicicleta dedicado a los cañones del Júcar, el río a la altura de Alcalá del Júcar ya era apenas una quimera de aguas sucias e inmundas. Y los huertos tradicionales de La Jorquera, en su misma ribera, ya habían sido abandonados por falta de agua.
Desde hace unos años, los pozos de castilla la Mancha, legales o no, absorben toda el agua para regar inmensas fincas de cultivos de nueva implantación que sólo se explican por las subvenciones. No es ningún secreto que el negocio está en la subvención europea puesto que los productos no son rentables. Los propietarios no han sido jamás agricultores pero estas transformaciones les han venido bien para invertir el dinero en B y rentabilizarlas al máximo con las ayudas comunitarias aunque luego el maiz se deje pudrir. Jamás he utilizado el correo electrónico para fines políticos ni otros que no sea compartir con mis amigos los momentos intensos de un viaje o una experiencia. Pero en este caso la muerte anunciada del Júcar tiene nombre y apellidos. El Pacto del Agua. Y el Júcar, el mayor y más importante de los ríos valencianos, el que sólo él aportaba más del cincuenta por cien de los recursos hídricos, ha dejado de existir, y con él, a corto plazo, la Albufera. Porque el Júcar es el único que le aportaba aguas limpias procedentes de la acequia Real.
Pau me ha enviado unas fotos que me han hecho llorar. No sólo por el río, sino por todos nosotros.
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