Sus coloridas plumas y su reclamo suave y vibrante llenan nuestros pueblos de la alegría del inicio de la primavera.
Esta ave migrante se alimenta, como su propio nombre indica, de abejas y avispas pero también de muchos otros insectos voladores (tábanos, libélulas, mariposas, abejorros, escarabajos, saltamontes…). Para ello se elevan con rápidos aleteos cerniéndose en el aire y lanzándose en picado sobre su presa.
En algunas zonas son un problema para los apicultores.
Son muy sociables, viven en bandos durante todo el año. En época de cría crean grandes colonias de cría en márgenes de tierra a poca altura. Tal es el trabajo que pueden llegar a perder un centímetro de pico construyendo el nido.
Es común que aniden cerca de los ríos por la disponibilidad de alimentos pero no hay que confundirlos con su “primo” el Martín pescador (Alcedo atthis) que también cría en agujeros en tierra pero no forma colonias.
Sus nidos son profundos con una cámara interna donde se encuentran los pollos.
A menudo, se posan en ramas desnudas, cables de la luz, cercas, muros donde es fácil verles agrupados.
Así como llegan, estos exóticos pájaros, marchan hacia África en el mes de Septiembre dejando paso al silencioso otoño.
Sandra Martinez Sanz
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