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Macizo del Caroig en BTT

El recorrido fue diseñado por Miguel, cuya capacidad organizativa y de convocatoria toca el umbral de lo profesional. Siempre es complicado llevar a cabo este tipo de excursiones, y más todavía, si se realizan a expensas de unas máquinas que pueden dar problemas, tener averías y cuya exigencia física es mucho mayor que el hecho de caminar. Los ciclistas de montaña venidos de Valencia, Denia, Alicante y otras poblaciones tanto del entorno como del resto de la comunidad, estuvieron a la altura de las circunstancias, tanto por el nivel exigido, como por el respeto y admiración que esta tierra es capaz de transmitir. El Caroig
El Caroig sobresale como la proa de un barco en mitad de un mar de montañas. Jamás dejará de sorprendernos su soberbia estampa que emerge imponente ante nosotros al rebasar el cerro de la Juanera. La abrupta y complicada geografía de estos montes, esconden multitud de barrancos, cintos, pequeñas muelas y valles escondidos de difícil acceso que, aunque parezca increíble, todos tienen nombre y todos, estuvieron algún día, humanizados.
El Calderón, la mal llamada muela de Bicorp, la Velilla, la loma de la Mojonera, la peña de la Hiedra, los Poyatos o el agujero Negro son nombres que evocan lugares perdidos e historias de pastores y carboneros que se dejaron su piel en esta sierra. La cantidad de barrancos es tan grande, entre el Corralejo y la Molinera, que es del todo imposible intentar enumerarlos en su totalidad, y mucho menos describirlos. Todos confluyen en Benifetal, lugar morisco por excelencia, y todos tributan sus aguas hacia el río Fraile, afluente a su vez del rió Cazunta, que junto con el río Grande morirán en el padre Júcar.
La bici y los buenos guías te permiten, a poco que seas un observador curioso, contemplar la inmensidad de este territorio, y postrarse ante la evidencia de lo inacabable. Si hay algún lugar en nuestro país que la geografía consiga vencerte, que te conviertan en insignificante ante la fuerza intensa del paisaje, este es el macizo del Caroig.
El Caroig, cumbre a la que accedimos sin demasiados problemas, era en tiempos de la posguerra un lugar solitario y casi inaccesible, que convertía su ascensión en verdaderas condiciones de proeza. Narran los excursionistas de aquella época que las largas marchas de aproximación y las noches de vivac, hacían difícil el acceso a una montaña emblemática que era además, observada desde cualquier lugar. Hoy la bicicleta de montaña, nos permite afrontarla en apenas una jornada, y subir hasta su cumbre tan solo con nuestro propio esfuerzo. La versatilidad de esta máquina, limpia, efectiva, silenciosa y ecológica hubiera sido una herramienta insustituible para nuestro ilustre botánico, mosen Cavanilles, si los papeles de Da Vinci, verdadero inventor de la bicicleta, hubiesen sido descubiertos antes. Dormimos la primera noche en Jalance. El albergue de la población es digno y apropiado para recuperar las fuerzas que, después de ochenta kilómetros de desierto humano, hemos perdido en el camino.

La vuelta a la mañana siguiente tampoco nos dará tregua. Ascender a la muela de Cortes, recorrerla por sus rebordes con vistas al Caroig, las Quebradas, la Cañada de Jarafuel y allá al fondo, la gola de Lucino escondida entre espesos pinares y barrancos sin fin, tendrá el atractivo de los caminos aéreos, abiertos, aquellos que te permiten sentirte libre en mitad de la inmensidad y la soledad mas absoluta. La bajada a Bicorp será rápida y refrescante. Las pinturas rupestres irán quedando tras nosotros aunque dejaremos su visita para otra ocasión. Somos conscientes, eso sí, que circulamos por un lugar sagrado, un barranco abrupto y grandioso, de espectacular trazado que conserva entre sus abrigos, la mejor muestra del Arte Levantino, y concentra la mayor densidad de pinturas prehistóricas de Europa. Estamos atravesando, a menos de dos horas de Enguera, el patrimonio de la Humanidad.
No podía faltar la comida de despedida en Navarrés. Tras recuperar fuerzas todo se ve de otro color, y los amigos de Quesa y Anna nos llevarán de nuevo a Enguera sin tocar asfalto, no sin antes pasar por la Albufera donde los visitantes nos observan, sorprendidos y pensando para sus adentros, ¡que locos están!
El agotamiento y la satisfacción vendrán después. En este estricto orden. Y la ilusión del deber cumplido, del deporte en su estado puro, del convertir un fin de semana en unas pequeñas vacaciones, y llenar nuestro bagaje de nuevos amigos y nuevas sensaciones, harán que la semana, entre el bullicio de la gente y el calor del asfalto, sea más llevadera.
Cuando a mediados de septiembre se emita la segunda parte de Planeta Bicicleta, incorporaremos la sierra de Enguera. Y contaré con vosotros, con los buenos amigos, que son capaces de valorar lo propio, difundirlo, cuidarlo y respetarlo. Cualidades no siempre, os lo aseguro, fáciles de encontrar en nuestros pueblos de interior.
Gracias por compartir lo propio

Un fuerte abrazo

José Manuel Almerich
http://www.almerich.net

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Categorías : Senderistas
 
 

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