Aunque a primera hora sólo hubo 11 “valientes” que comenzamos el recorrido (hay que serlo para andar 42 km, ¿no?), a lo largo de la mañana se fue uniendo un nutrido grupo de excursionistas, lo que hizo que una vez pasado el caserío de Benali, el grupo aumentara hasta casi la treintena de personas.
Además de poder disfrutar de la belleza de nuestra sierra, así como de las espectaculares vistas desde la cumbre del Caroig, lo mejor del día fue sin duda la convivencia con las personas presentes en la marcha, y poder compartir no solo largos momentos de conversación, sino todo aquello que la gente aportó para reponer fuerzas a mediodía (incluido vino, café y tarta de cumpleaños de Merche). Por si fuera poco, el clima también fue bastante benévolo con nosotros, ya que ni nos achicharramos de calor, ni nos llovió a cántaros, sino que más bien las cuatro gotas que cayeron después de comer nos sirvieron para refrescarnos un poquito antes de la última ascensión.
En fin, que pese a lo largo y duro del camino, la marcha fue una experiencia muy agradable y divertida, y que por mi parte, espero poder repetir en otras ocasiones.
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